Que el terrorismo islámico intente implantarse ahora en los Balcanes sorprende sólo a los que jamás se han preocupado de esta parte de Europa. Y es que allá se dan las condiciones óptimas para ello, empezando porque en esa parte del Viejo Continente existen tres Estados oficialmente musulmanes -Albania, Bosnia Herzegovina y Kosovo- y cuatro (Bulgaria, Macedonia, Montenegro y Serbia) con mayorías islámicas en varias de sus regiones.

Pero tanto o más importante que la fe como promotores de la violencia bestial lo son la pobreza, la incultura y la discriminación; constituyen los principales atractivos del yihadismo europeo. Los grupos sociales marginales y los discriminados de las sociedades tienden fácilmente a la violencia, una querencia que se potencia aún más en el caso de los roma -en su mayoría, analfabetos y excluidos de los empleos bien pagados- hasta el extremo que en Serbia se registró un porcentaje desproporcionado de roma, que no son musulmanes, que se enrolaron en las filas del Estado Islámico (EI) en Siria atraídos por el señuelo de una buena paga, vestimenta y alimentación que en su patria ni tienen ni tendrían probabilidades de alcanzar jamás.

Este fenómeno euro-yihadista fue detectado hace años ya en los Balcanes y denunciado por varios políticos como los presidentes bosnio -Izetbegovic- y el montenegrino -Ivanov-, pero sin mayores consecuencias. Tan solo ahora, cuando el declive militar del E.I. genera un reflujo de los voluntarios balcánicos hacia sus patrias y los terroristas buscan nuevos territorios, las inquietudes han llegado a todos los Gobiernos con poblaciones musulmanas.

Lo que ha inquietado en grado sumo ha sido la aparición de lo que se podrían llamar las paramezquitas o mezquitas espontáneas que están al cargo de clérigos autónomos, fuera de toda organización religiosa y control estatal, y que propagan la guerra santa, la intolerancia y el odio a los creyentes moderados.

Desde el cuartel general del E.I. se llama a la guerra sin cuartel contra los musulmanes que ven en la religión mucho más un elemento de identidad cultural que una militancia religiosa pasional. Y en sus órganos propagandísticos, el E.I. -que espera poder trasladar a la Europa del Este sus operaciones cuando sea desalojado del Oriente Medio- no para de incitar a sus seguidores balcánicos al asesinato de todos los correligionarios moderados. “?antes que degollar a los cristianos, hay que hacerlo con todos los musulmanes tibios; y hacerlo a la vista de sus mujeres e hijos?”

El lenguaje de E.I. no es nuevo y el radicalismo sanguinario, tampoco. Lo que es nuevo es el interés de del yihadismo por los Balcanes. Y más, mucho más, que por el sustrato cultural y demográfico musulmán afincado ahí desde la ocupación otomana, el interés se ha despertado por la endeblez de las estructuras administrativas y policiales de los Estados del este europeo y la vulnerabilidad de varios sectores de sus sociedades.