CATORCE años después de que fuera detenido, encarcelado y condenado a muerte, pena conmutada después a cadena perpetua, Abdullah Öcalan, líder histórico del nacionalismo kurdo en Turquía, hizo ayer una decidida apuesta por la paz y el cese de la lucha armada contra el Estado turco.
Fundador en 1978 del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK, catalogado como terrorista por la Unión Europea y Estados Unidos), cuya lucha armada dirigió desde el exilio sirio entre 1984 y 1998, Öcalan no ha perdido a sus 63 años el mando sobre la guerrilla kurda.
Öcalan nació en 1949 en una aldea de la provincia sudoriental turca de Sanliurfa, de población mayoritaria kurda, y tomó contacto con los movimientos izquierdistas a comienzos de los años setenta, cuando estudiaba en Ankara. En 1978 fundó en la provincia de Diyarbakir, en el sureste de Turquía, un grupo izquierdista que se propuso luchar por los derechos de los kurdos y que seis años más tarde, en agosto de 1984, cometió su primer asalto guerrillero contra fuerzas del Estado.
Öcalan dirigió con mano de hierro el PKK desde su fundación e hizo asesinar a varios compañeros de viaje por temer que pusieran en duda su liderazgo absoluto, según han denunciado disidentes de la organización. Expulsado de Siria en 1998, por presiones de Turquía, detenido por agentes turcos en Kenia en 1999 y trasladado a la isla-prisión de Imrali en el Mar de Mármara, cerca de Estambul, Apo -nombre de guerra de Öcalan- fue condenado a muerte, pena que le fue conmutada poco después a cadena perpetua.
Durante más de una década, el contacto del preso solitario Öcalan con el mundo exterior ha sido escaso, y sólo ha podido realizarse a través de sus abogados, acusados a veces de servir a la causa guerrillera.
Pero su imagen como héroe de la causa no ha disminuido entre la población kurda y la actual cúpula del PKK, atrincherada en los montes del norte de Irak, siempre ha reconocido su liderazgo.