ROMA. Enclavada entre el Panteón y la plaza de Santa Minerva de Roma, un pequeño escaparate presenta de manera cuidada y elegante algunas de las ricas piezas que la familiar sastrería confecciona desde 1798 para sacerdotes, obispos, cardenales de todas partes del mundo y también para los sucesores de la silla de San Pedro.

Al fondo del negocio, tras un estrecho pasillo y bajo las escaleras de madera, hay un probador repleto de cuadros y retales de seda bordados, donde cuelgan diferentes casullas y una sotana negra a la espera de ser recogidas, y donde Lorenzo Gammarrelli, propietario del negocio, explica algunos detalles sobre la nueva sotana blanca del papa.

Según Gammarrelli, exponente de la sexta generación de la familia, las sotanas blancas del nuevo pontífice, color reservado para los papas, están siendo confeccionadas en lana, ya que en marzo todavía hace frío, y en tres tamaños distintos a fin de que quien quiera que sea elegido cuente con la medida perfecta.

Se trata de la primera vez en que se confeccionen vestimentas para el nuevo papa mientras su predecesor sigue vivo y al frente de la Iglesia.

"Una vez sea elegido, el santo padre debe presentarse directamente en el balcón vestido de Papa. Nosotros no podemos entrar en el cónclave para hacer ajustes, por los que las vestimentas tienen que estar preparadas con mucha antelación", subrayó.

El propietario de la histórica sastrería explicó que cada sotana necesita una media de tres días y medio para ser confeccionada, por lo que toda la producción del negocio ha sido interrumpida para trabajar de manera exclusiva en el primer traje oficial del papa, que deberá ser entregado antes de que se inicie el cónclave.

A partir de este momento, y hasta que sea elegido el nuevo papa, las sotanas blancas serán custodiadas por dos guardias suizos.

"Intentamos hacerlas de la mejor manera posible, con una excelente calidad y según la tradición", destacó Gammarelli sobre el secreto que les ha permitido vestir a los pontífices durante más de dos siglos, al tiempo que rehusó decir cuánto dinero puede costar cada una de las sotanas realizas para los papas.

Mientras Gammarelli atiende las necesidades de la tienda, los primeros rayos de sol de la mañana empiezan a reflejarse sobre la vitrina, y uno de los dependientes sale para bajar el toldo y proteger así la casulla de seda bordada en oro que luce en el escaparate de la tienda.

Junto a ella, y sobre una tela de seda morada, hay una estola bordada con flores de colores cuidadosamente colocada, tres anillos de oro, varios gemelos, un par zapatos negros, así como otros elementos fundamentales en la vestimenta de los religiosos.

En el interior de la pequeña tienda, de cerca de 50 metros cuadrados, situada en la plaza de Santa Clara, y revestida de roble, dos hombres cortan trozos de tela y varios sacerdotes entran y salen de la tienda a recoger algún encargo.

En la pared de la derecha, justo al lado de una estantería repleta de cajones, cuelgan las fotografías de los papas Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI, a los que la familiar sastrería ha vestido a lo largo de su historia, y a los que en pocas semanas tendrá que añadir la del sucesor de Ratzinger.