ciudad del Vaticano. El ex mayordomo acudió al juicio con traje gris, camisa blanca y corbata gris oscura y aspecto cansado. Paolo Gabriele aseguró que desde hacía tiempo recogía documentos del despacho de Gänswein y los fotocopiaba, pero que su intención en un principio no era filtrarlos para que se publicaran en ningún libro. Manifestó que la situación de "desconcierto" que veía en el Vaticano fue la que le llevó a reunir documentos. "No era tan iluso como para no saber que pagaría las consecuencias, pero no me considero el único que ha pasado documentos a la prensa", dijo al fiscal.
Gabriele insistió en que no recibió dinero por filtrar los documentos y que no tuvo cómplices, aunque reconoció que habló de la situación con el cardenal Paolo Sardi e Ingrid Stampa, una secretaria del papa. "Es difícil encontrar una razón a un hecho irracional como me ha sucedido a mí", manifestó. "De la acusación de robo con agravantes me declaro inocente, aunque me siento culpable de haber traicionado la confianza que había puesto en mí el Santo Padre". Gabriele justificó su acción, señalando que el papa tenía que saber lo que ocurría en el Vaticano.
El ya ex mayordomo del papa admitió haber cometido el delito con el fin de "mejorar la situación eclesial que se vive en el interior del Vaticano y nunca para dañar a la Iglesia y a su Pastor", según documentos judiciales. "Viendo mal y corrupción por todas partes en la Iglesia, estaba convencido de que un shock mediático (la publicación de los documentos) podía ser bueno para llevar de nuevo a la Iglesia por el buen camino", afirmó. Y no quedó ahí, Paoletto agregó que se sentía "infundido por el Espíritu Santo", que le pedía eso.
Sometido a varios peritajes psiquiátricos, los especialistas señalaron que es una "persona correcta, normal, sensible y tal vez con una profunda inseguridad y falta de afecto, lo que le llevó a cometer esos actos". El juicio continuará el 3 octubre, con el interrogatorio de cuatro gendarmes vaticanos.