Washington. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, salió reforzado tras su discurso de la noche del miércoles sobre el tiroteo de Tucson (Arizona), en el que lanzó un emocionado llamamiento (llanto incluido) a una nueva era política "más civilizada" y de mayor unión. Esta aptitud, que le ha reportado una recuperación en sus índices de popularidad, contrasta con la de Sarah Palin, líder del ultraconservador Tea Party, cuyo lenguaje belicista para desvincularse de la instigación intelectual del atentado (incluidas frases antisemitas), han despertado las iras de muchos. Así, la prensa informaba ayer de que las amenazas de muerte contra Palin han alcanzado "un nivel sin precedentes" mientras los blogs contra ella se han multiplicado en la Red.
Las reacciones ayer al discurso de Obama en la Universidad de Arizona, en Tucson, fueron mayoritariamente positivas, en todo el espectro político. Uno de los principales críticos del presidente, el comentarista conservador Glenn Beck, declaró en la cadena Fox News que "éste es probablemente el mejor discurso que haya dado, y con toda sinceridad, gracias, señor presidente, por convertirse en el presidente de Estados Unidos la pasada noche".
Por su parte, The New York Times consideraba en su editorial que la alocución de Obama "posiblemente fue uno de los mejores y más alentadores discursos" del presidente.
emoción El responsable del Ejecutivo norteamericano tenía ante sí una misión compleja en la ceremonia de homenaje a las víctimas (seis muertos y catorce heridos), en el tiroteo del pasado sábado: consolar a los ciudadanos, sin caer en la sensiblería, y ofrecer motivos de esperanza. Según los comentaristas, lo logró. Un presidente al que se le había criticado en varias ocasiones por ser demasiado cerebral y no conectar con los ciudadanos se mostró claramente implicado en su alocución. "En un momento en el que nuestro discurso se ha polarizado tan drásticamente, cuando estamos demasiado dispuestos a echar la culpa de todo lo malo en el mundo a quienes piensan de modo diferente, es importante que paremos un momento y nos aseguremos de que nos hablamos los unos a los otros de manera que cure, no que hiera", instó el presidente estadounidense.
Obama, que redactó él mismo el discurso, conmovió a los presentes cuando reveló que la congresista Gabrielle Giffords, el objetivo principal del ataque del sábado según la policía y herida en la cabeza, había abierto los ojos por primera vez el miércoles. E hizo saltar las lágrimas -él mismo tuvo que contener la respiración y carraspear para poder seguir adelante- al recordar a la fallecida más joven en el ataque, Christina Taylor Greene, de nueve años. "Si hay charcos en el cielo, hoy Christina está chapoteando en ellos", declaró Obama, mientras los presentes prorrumpían en aplausos.
Pero, sobre todo, lanzó un llamamiento para dejar de lado la retórica combativa y partidista que ha caracterizado la política estadounidense en los últimos tiempos, y que amenazaba con agravarse más aún tras el tiroteo del sábado y el debate sobre los supuestos motivos del atacante. "Quiero que vivamos según sus expectativas. Quiero que nuestra democracia sea tan buena como (Christina) la imaginó. Todos nosotros debemos hacer cuanto podamos para garantizar que nuestro país cumple las expectativas de nuestros hijos", declaró.