Llevamos entre la conmoción en la fuerza y el cachondeo bíblico desde el fin de semana. Fue el sábado cuando uno de los viejillos, con cara de conejo perdido en plena noche en la mediana de la AP-68, nos contó que sus vástagos le han apuntado, sin pedirle además permiso o anunciarle algo de la cosa, a un programa de... bueno, no lo supo pronunciar, así que nos enseñó el palabro en la pantalla del móvil: coaching senior. Vamos, que sus descendientes han considerado que necesita un programa de apoyo para, por lo que hemos podido bucear en la información previa que le han pasado al pobre abuelete, saber ser viejo física y mentalmente, expresar sus emociones, aceptar su rol en la sociedad y maximizar sus posibilidades para tener una vida plena. Y todo eso a los 83 años y un informe abierto en Osakidetza que es más largo que un día sin pan.
El jefe se ha intentado concienciar a sí mismo, pensando que igual es algo positivo y que le puede venir bien. Pero nuestro amado escanciador de café y otras sustancias lo tiene frito desde que el lunes encontró un par de páginas en Internet sobre el coaching senior. Y cada vez que le pone un vino le salta: "no tengas miedo de renunciar a lo bueno para perseguir lo grandioso"; "el único viaje imposible es el que nunca comienzas"; "no busques los errores, busca el remedio"...