Me temo que la imagen me ha dejado un poco descolocado. Lo digo por el contraste entre lo visto ayer y el mismo enfoque, pero el viernes pasado. Ha sido llegar a la Avenida Gasteiz y otear San Martín para descubrir que había más huecos libres para aparcar que vehículos estacionados junto a una línea verde que ya se ha convertido en parte del panorama urbano. Por todo lo visto, y restando el efecto lunes, que en mi caso todo lo distorsiona, la nueva estampa callejera podría coincidir con los preceptos que imperan en una película postapocalíptica, por aquello de la falta de tráfico, disminución de los ruidos y de la contaminación, falta de la habitual actividad... Pero no. Simplemente, era el estreno de la extensión de la OTA a un buen número de calles en las que, hasta la fecha, imperaba la ley de la selva a la hora de estacionar, obviando para ello cualquier tipo de privilegio. Ayer, la cosa, comenzó de manera diferente, sobre todo, para los vecinos de las zonas acotadas, que tendrán una vida un poquito más plácida, al menos, a la hora de dejar sus coches en un área razonablemente cerca de sus viviendas. Hay cambios a los que cuesta hacerse, pero la lógica dicta que una vez asumidos, cualquier estadio previo se denostará con vehemencia.
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