Intenciones

Todos los años pasa lo mismo. El listado de buenos propósitos que elaboro, al menos, mentalmente, para llevar a cabo durante este inicio de curso es kilométrico y repleto de items bienintencionados y, en principio, factibles. Incluso, llegan con un pequeño calendario para poder llevarlos a cabo con cierta organización. Ponerse en forma, comer más sano, tirar de filosofía para afrontar la vida, leer aquello que está pendiente en la repisa de la estantería, acometer esas pequeñas tareas en casa pospuestas año a año por la pereza a tener que arremangarse, visitar más aquellos templos de la cultura un tanto olvidados debido a la acumulación de derrotas en la guerra contra el imperio de las obligaciones... Así, podría seguir hasta confeccionar un extenso coleccionable. En cualquier caso, y si me apuran, me atrevería a poner la mano el fuego para asegurar que no voy a hacer nada de lo que mi cabeza ha propuesto. Y no es por falta de ganas, que las hay. Es por el convencimiento de que esta sociedad que hemos creado los humanos está basada en conceptos equivocados que lo único que consiguen es crear individuos para trabajar y que, cuando no lo hacen, estás exhaustos por el sinfín de responsabilidades con las que hay que cumplir. Qué cruz. l