Aunque hace eones que nuestro amado templo del cortado mañanero está pidiendo a gritos una reforma y una actualización a la que su dueño se niega en redondo, hay que reconocerle que antes de la pandemia hizo una inversión de la que la parroquia nos estamos beneficiando cada verano. Sí, hubo un día en el que nuestro querido escanciador de café y otras sustancias se gastó cuatro perras en hacerse con un aire acondicionado del que los viejillos este agosto están haciendo un uso incluso hasta desmedido. Tanto que el barman está pensando seriamente en pedir a las autoridades una subvención como refugio climático. La pela es la pela. Así que los habituales que no hemos abandonado la ciudad después de las fiestas, bien porque trabajamos bien porque no nos quieren en ningún sitio, estamos atrincherados como si no hubiera un mañana entre las cuatro paredes del local. Eso sí, a algunos no nos permite la agenda estar allí todo el rato. Pero hay varios aitites que han decidido, cuando Lorenzo más aprieta, pasar el día completo en el lugar, desde el desayuno hasta la cena pasando por el vermut, la comida, la partida de la tarde... Claro, el jefe está frotándose las manos, porque tendrá menos clientela este mes vacacional, pero la que hay, ni se mueve. Pega demasiado fuerte ahí fuera.