“Les pido que no usen las extremidades”. La frase quedará a fuego, para vergüenza de sus señorías, en el diario de sesiones del Congreso de los Diputados. El socialista Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, ejerciendo de presidente de la Cámara, evidenciaba así la absoluta rendición: había tabernas piratas en la Isla de la Tortuga con más decoro y menos insultos. Viendo en qué se han convertido las sesiones de control, que no son más que el reflejo de la degradación general de la política, me viene a la mente aquella escena de La venganza de los Sith en la que la princesa Amidala asiste en el imponente senado galáctico a la proclamación de Palpatine como emperador. “Así es como muere la libertad, con un estruendoso aplauso”, dice entonces Amidala. Pues más o menos eso, así se debilita un poquito más la democracia, menoscabando una de sus más importantes sedes. Y todo palidece cuando llega Donald Trump, recibe vergonzoso vasallaje del secretario general de la OTAN y se marca en una rueda de prensa una amenaza digna de banda urbana de tres al cuarto. La diplomacia ha muerto, murió hace tiempo me temo. Vivimos tiempos medievales de señores feudales y de bancadas parlamentarias que parecen el peor sector ultra de una grada futbolera. Ese es el tono y el nivel: “Les pido que no usen las extremidades”.