Tiene su punto que alguien que se dedica a la historia invite a la renovación. “Las tradiciones parecen el eterno retorno de lo mismo y, sin embargo, casi imperceptiblemente, van cambiando y transformándose al ritmo de la sociedad que las acoge”, decía Isabel Mellén en su pregón de las fiestas de San Prudencio y Nuestra Señora de Estíbaliz. Qué importante no confundir tradición con inmovilismo. La lectura de tradición como la extensión de que cualquier tiempo pasado fue mejor forma parte de una visión del mundo maniquea, reaccionaria y restrictiva. “Las fiestas de Álava son la ocasión perfecta para retomar la tradición desde la fuerza de la renovación”, proclamó Mellén, “para elegir recordar aquello que nos une y olvidar lo que nos separa, para hacer unas fiestas que hundan sus raíces en el carácter alavés pero que sean abiertas para nuestras vecinas y vecinos de otras procedencias”. No se me ocurre mejor punto de partida; como dijo Mellén, “celebrar la diversidad desde la unidad”. La tradición nos cuenta nuestra historia, pero la historia es un libro inacabado, con páginas por escribir, abierta a crecer; porque la tradición, no lo olvidemos, no es inmutable. A fin de cuentas, tradición es punto de encuentro, hablamos de compartir, de festejar. Es la hora. Festejemos.
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