El otro día nos apareció uno de los viejillos de nuestro amado templo del cortado mañanero con un pico y una pala. Su intención era empezar a levantar el suelo del local para comenzar a construir un búnker en condiciones que nos sirva de refugio a los habituales en cuanto que empiece la III Guerra Mundial, que parece que la cosa se está animando. Sostuvo el aitite que, por aquello de que la historia se repite, estamos más cerca de volver a liarla parda, teniendo en cuenta lo que está pasando en el mundo mundial y la cantidad de gente con peligro y poder que está suelta. Sostiene que, cuando empiecen a caer las bombas, él no quiere estar en casa. Y ya no tiene edad para empaquetar los enseres y pirarse. Así que ha decidido que el local es el mejor sitio para asistir en primera línea a la destrucción de la vida tal y como se conoce en estos momentos. Lo único malo en el plan es que tomó la decisión de empezar a hacer el hoyo sin consultar a nuestro querido escanciador de café y otras sustancias. Por supuesto, este último se negó en redondo. Eso sí, no porque no comparta los temores con el abuelete, sino porque lleva años negándose a hacer cualquier obra en el bar y no va a empezar ahora. Así que el estallido del planeta nos pillará sin los deberes hechos.
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