No suele haber división entre los habituales de nuestro amado templo del cortado mañanero con el tema carnavalesco. Ganan por mayoría los que apoyan, aplauden y participan de la fiesta de don Carnal, más que nada porque entre estas cuatro paredes se defiende la juerga por encima de todo. En ese ambiente de camaradería, el otro día uno de los aitites se atrevió a hacer una confesión que él, en su inocencia, pensó que iba a ser recibida con aplausos, algarabía y regocijo por los presentes. Resulta que uno de sus nietos le debió de poner cara de buena persona hace unas semanas y le pidió disfrazarse conjuntamente. El querubín, que debe rondar los diez años, le propuso a su abuelo disfrazarse de patata. Le dio dos motivos. El primero, para reivindicar el orgullo alavés. En cuando al segundo, el crío le explicó que él podía ir de patata nueva y el aitite de patata vieja, que las dos son diferentes pero están igual de buenas. Así que ambos llevan días probándose los trajes y haciendo pruebas. En el bar no solo se han visto fotos, sino también un vídeo sobre la coreografía que van a ir haciendo los dos por la calle. Y claro, el cachondeo está siendo épico. No se han hecho nunca tantos chistes sobre tubérculos. El viejillo está aguantando mecha como puede. Ya llegará doña Cuaresma.
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