Un nazi va a un bar y pide una cerveza. Lleva una esvástica tatuada en la mano y el logo de las SS en el codo. El camarero, que es el dueño del bar, le ve y en un primer momento piensa que esto es una mala idea. Un nazi es una terrible noticia allá donde esté porque es cuestión de tiempo que cause problemas muy serios. Pero duda. Ha pedido la bebida con mucha educación, y parece ignorar al resto de clientes, al igual que el resto le ignoran a él. Así que le sirve la cerveza, el nazi se la toma sin molestar a nadie y se va a casa. Al día siguiente la escena se repite sin problemas y, al tercer día, viene acompañado de un amigo. Ambos piden una cerveza y se la toman tranquilamente, pero por el rabillo del ojo el nazi ve cómo otro cliente les observa e, incómodo, se va sin terminarse su bebida. Al día siguiente ese cliente no vuelve, pero su lugar lo ocupa otro amigo del nazi. Poco a poco los clientes habituales se van del bar y se empiezan a servir solo whiSSkies y moSStos. X no es un bar nazi, pero está a punto de serlo, y todo comenzó cuando su anterior dueño, Jack Dorsey, le dio una cerveza a alguien como Elon Musk. Los “-ismos” y los “-ófobos” de todo tipo siempre están al acecho, pero no podemos olvidar que tenemos la capacidad de plantarnos y echarles del bar.