La hostelería bilbaína ha constatado un “trasvase de consumo de la noche al día” y la instalación del “fenómeno del tardeo” con motivo de la recién concluida Aste Nagusia. La hostelería gasteiztarra hacía un balance similar al terminar las fiestas de La Blanca. Pamplona, Sanfermines, 6 de julio, calle Jarauta a eso de las seis de la tarde. Peñas, multitudes, cuerpos frescos tras solo seis horas de fiesta... Estamos esperando a pedir la ronda cuadrillera en un bar. Ya saben, olas humanas a ritmo de reggeaton –las cosas no siempre cambian a mejor–, lucha a codos y muerte por conservar tu espacio en la barra. A nuestro lado, una cuadrilla de chavales que rondarán los 20 años. Una chica le advierte al chaval que está pidiendo: “Y también dos cafés con leche y un cortado”. Él la mira. Silencio. “No jodas”. “Sí, por favor”. Nueva mirada a la que ya nos hemos sumado nosotras también que, ya mirando más a los 50 que a los 40, estamos esperando con regocijo que le pida los cafés en vaso de cristal y con leche de almendras, por decir algo. No me pregunten si aquellos cafés se sirvieron, en fiestas las historias fluyen con rapidez, empiezan a veces por la mitad y puede que no terminen. Eso sí, nos dimos de bruces con el paso del tiempo y el cambio generacional, no necesariamente peor, solo diferente. Y brindamos por ello.