A los Reyes Magos de Oriente. Pasada ya la locura navideña quiero aprovechar estas líneas para reconocer el ímprobo trabajo desarrollado por sus majestades en la semana previa al 6 de enero, jornadas sin tregua en las que no perdieron la sonrisa ni un momento y atendieron como se merecen a niñas, niños y familias en general. Detrás de un personaje siempre hay una persona, y por muy magos que sean ustedes ha de haber un momento, en esas largas horas de frenesí, en el que el cuerpo, y sobre todo la mente, tiene que estar a punto de decir basta. Una cosa es escuchar a una entrañable niña de siete años confiar sus ilusiones a sus barbadas majestades, y otra cosa es recibir en una sola tarde a varios centenares de críos hiperventilados, y de primera mano sé, porque tuve la oportunidad de entrevistarles, que su actitud ante la enorme responsabilidad que cargaban sobre sus espaldas fue de entrega absoluta. Por tanto, no cabe sino felicitarles por su labor y desear que en la cabalgata, clímax de la Navidad, día subrayado en los calendarios infantiles, recibieran el calor de niñas y niños y sintieran la satisfacción del trabajo bien hecho. Hasta el año que viene y gracias por los regalos.
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