Desenlaces de infarto decantados sobre la bocina, así se dirime la actual política infartada, pues la incertidumbre debilita el latido institucional. En un final no apto para cardíacos, Feijóo salió el peor parado de la ronda de penaltis del Senado este jueves, al acabar salvando el Gobierno dos de sus tres decretos cuando el PP ya degustaba la tragedia catalana de Sánchez. Igual dio, porque la derecha al completo está instalada en un tremendismo crónico.Desconocido

Fue una jornada tan delirante como llegó a reflejar el marcador, con un decreto aprobado, otro rechazado y un tercero empatado, resuelto en segunda votación. A la primera de cambio quedó clarinete que Junts no ha suscrito ningún pacto de legislatura, sino un salvoconducto para Sánchez. Pasaporte temporal sustentado en la amnistía que no va a privar al PSOE de sudar cada iniciativa incluso con compensaciones que no se ajusten al momento, como esta semana con la transferencia de las políticas integrales de inmigración o la publicación de las balanzas fiscales. Se sabía que, fenecido el bipartidismo español imperfecto –que al final constituía un mero turnismo en la Moncloa–, sobrevenía una era de institucionalidad multipartita fruto de la fragmentación política, pero ese reto democrático para responder más fidedignamente a la realidad social no puede derivar en el suspense permanente primero y en la inseguridad jurídica después. Urge por tanto que Sánchez deje de encomendarse a su suerte para llevar cerrados al detalle los acuerdos con terceros no solo al Congreso, incluso al Consejo de Ministros. Esta legislatura no aguantará como la anterior a golpe de últimos minutos, pese a la amenaza creciente del fascio uniformizador.

Más ante las dinámicas cainitas de dos de los socios imprescindibles para la gobernanza plural. Para empezar Junts frente a ERC, que hoy rige la Generalitat y cuya laminación obsesiona a Puigdemont en su conciencia de president auténtico; y para continuar Podemos, preso del infantilismo fratricida tan típico en la izquierda clásica por aversión a Sumar, agudizada por la candidatura de Montero en las elecciones europeas. Al margen de la paradoja de que el PSOE negocie más con Junts que con la porción de la izquierda ajena al Gobierno, la patada en el trasero a Díaz frustrando la elongación del subsidio por desempleo deja como damnificados a 700.000 parados y a otros 150.000 ahora excluidos del cobro que también se hubieran beneficiado de ese aumento a 570 euros.

La improvisación y el revanchismo no caben en la política vasca, cuyo ejercicio cabal en las Cortes españolas debe seguir plasmándose en beneficios para la ciudadanía de Euskadi mediante el refuerzo del autogobierno que toda Administración estatal rehúye, ahí continúan como paradigma una veintena de traspasos pendientes contenidos en el Estatuto. Por descontado, ni por asomo reproducir el espectáculo madrileño en la CAV. Pues no hay progreso sin estabilidad suficiente, que se procura gobernando desde la centralidad transversal con políticas coherentes y sostenibles.