Uxue y Oier lo tienen claro. Con tres y siete años solo quieren un cromo. Cada vez que bajan a comprar el sobre, lo abren, pasan las pegatinas rápidamente y solo buscan una cara. La cara de Olga. Su habitación se ha convertido desde hace unos días en un templo dedicado a ellas. A las mejores jugadoras del mundo. Y, por supuesto, hay una que está por encima del resto. Olga Carmona, porque ella metió el gol. Eso dicen ellos, que no paran de cantar todos los días “campeonAs del mundo”, “campeonAs del mundo”. Las bufandas y las camisetas del Baskonia y del Alavés se han quedado a un lado, entre montañas de ropa, libros y mochilas. Así que estas líneas son de agradecimiento. Solo puedo decir ‘eskerrik asko, Olga’. Muchas gracias por todo lo que habéis hecho, dentro y fuera del campo. Yo no tuve ningún referente cuando era niña de otras mujeres casi en ningún ámbito: en la tele ellas eran las azafatas, en las oficinas ellas eran las que limpiaban, en la calle ellas eran las que hacían la compra y cuidaban a los hijos, en los campos y estadios ellas... ellas ni siquiera estaban presentes. Sin embargo, para Uxue y para Oier, de tres y siete años, todo ha cambiado. Porque ellas ya no están detrás. Ahora ellas son las que levantan la copa del mundo.