Me resulta difícil, por no decir imposible, ponerme en el lugar de mujeres y niñas afganas. Hace dos años los talibanes se hicieron con el poder del país, después de que EEUU decidiera marcharse tras décadas de intervención primero soviética y después estadounidense. En 2021 nos echamos las manos a la cabeza al ver las barbaridades de los talibanes. Las mujeres tienen prohibido ir a la escuela o a la universidad, trabajar o vestirse como quieran (el burka debe cubrirles hasta los tobillos). No pueden salir de casa si no es acompañadas por un mahram, nombre que se le da a los hombres más cercanos, ya sean maridos, padres o hermanos. Las mujeres tienen prohibido hacer deporte o subirse al autobús junto con hombres. Tampoco se les puede ver asomadas a una ventana o un balcón. Con quién se casan o cuántos hijos/as deben tener es decisión de los hombres. No pueden protestar, tienen negada la libertad de expresión. Y por si todo esto fuera poco, no pueden ir a los salones de belleza. Los talibanes están cerrando los únicos lugares de encuentro que tenían las mujeres y que eran sustento de muchas familias. Esta lucha es de todas las mujeres. Tenemos que hablar y escribir de ello y, sobre todo, defender los derechos de todas las mujeres afganas para que no caigan en el olvido.