Al PP hay que reconocerle el mérito de fijar el marco mental de que hoy se decide mayormente si gobierna en solitario o con Vox. Cierto que propulsado en Madrid por demasiada encuesta más dedicada a orientar el voto que a diagnosticarlo, con los pensionistas, las mujeres y los jóvenes como singulares objetos de deseo de los presidenciables Sánchez y Feijóo. Este último, próximo inquilino de la Moncloa si el PP concita más sufragios que la adición de PSOE más Sumar, que nadie se engañe. 

Tienen para empezar la palabra esos 800.000 electores que se presuponen fronterizos entre PP y PSOE. Luego está la pugna intrabloques, con unos 400.000 votantes que dudarían entre PSOE y Sumar, mientras que con este PP radicalizado todo el corpus electoral de Vox puede decantarse perfectamente por Feijóo. Más a la vista de los 140 municipios cogobernados por las diestras tras los últimos comicios, metiendo el PP hasta la misma cocina de la gestión pública a la ultraderecha de evidentes rasgos xenófobos, misóginos y homófobos, además de negacionistas climáticos.

Hemos asistido a una lamentable campaña focalizada en Madrid y basada en la banalización de la verdad, con mucho juicio de valor sin sustento en datos ciertos, cuando no falacias mendaces. En eso Feijóo es digno de mayoría absoluta, a lomos de falsedades obvias del tipo que el PSOE gobierna con Bildu –además de con ERC– para justificar el obsceno Que te vote Txapote, así como que el PP siempre revalorizó las pensiones con el IPC o que Sánchez no colaboró con la investigación del caso Pegasus de latrocinio informático. A lo que agregar el raca-raca del Falcon, como si Aznar o Rajoy se hubieran desplazado en avión o helicóptero propio. La ventaja indiscutible del PP reside en que su electorado penaliza poco o nada la mentira, lo mismo que la corrupción. Tampoco castiga la deslegitimación de la democracia, sea sugiriendo ahora un pucherazo en Correos con el voto por correo o en toda la pasada legislatura perseverando en la insumisión inconstitucional a renovar la cúpula judicial. 

Si los derechos y libertades se hallan amenazados –también los avances en aborto o eutanasia–, en mayor medida el autogobierno, el pilar de la pujanza económica y de la cohesión social de Euskadi. Nos encontramos en una situación de verdadera emergencia nacional ante la probabilidad más que posibilidad de que marque la agenda de la presidencia española un partido abolicionista del Estado de las Autonomías como Vox. Es decir, el riesgo va mucho más allá de que no se aborden con la celeridad debida las transferencias pendientes o de que se intente cercenar el Concierto Económico y a la vez aumentar el Cupo. El pueblo vasco se juega hoy por tanto más que ningún otro y este momento histórico de tintes trágicos precisa de un voto masivo y responsable, calibrando el compromiso con Euskadi de cada sigla y en clave de país como nunca antes en unas elecciones de rango estatal. Mañana no valdrá lamentarse.