El tema de conversación durante estos días versa básicamente sobre quién ganó el debate entre los dos aspirantes a presidir el Gobierno dentro de unas semanas. Hasta un niño de 3 años entiende de qué va este triste negocio. Los medios afines a la derecha afean a un nervioso Sánchez que estuviese siempre a remolque de Feijóo. Incluso hubo al día siguiente un titular en un artículo de opinión a nivel nacional que causó estupor tras rezar lo siguiente: “PSP-Castejón pierde contra un señor de Orense”. Por contra, los medios más escorados a la izquierda dejan entrever que a Feijóo le va a crecer la nariz tanto como a Pinocho por sus continuas mentiras. De lo que no hay duda es que fue un cara a cara bronco y difícil de seguir por las reiteradas interrupciones entre los dos candidatos. En mi caso, resulta indiferente quién ganó. Lo chungo del caso es saber que estamos en manos de dos políticos que apenas aportaron soluciones a los ciudadanos en un momento de máxima complejidad donde los precios siguen desbocados. Lo más ruin de la velada es que saliera a relucir el nombre del malogrado Miguel Ángel Blanco. Aquí vale todo para arañar votos de debajo de las piedras. Por suerte, me entró el sueño antes de tiempo y me ahorré los minutos finales.
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