No, lo que nos ponemos todos los días no son ni braguitas, ni fajitas, ni tanguitas. Usamos bragas, fajas, tangas, sujetadores, tampones... Sangramos una vez al mes, menstruamos, tenemos la regla, nos duelen los ovarios, nos masturbamos... Nos hartamos de los hijos, llegamos tarde a buscarles al colegio, nos cabreamos con nuestras parejas... No nos depilamos las axilas, ni las ingles... Sentimos envidia, celos, enfado, rabia... Nos cabrean vuestras frases de todos los días o el lenguaje machista tan interiorizado que tenemos: que si cruzo los dedos para que mi mujer se levante de buen humor, que si no soy ni machista ni feminista, que si ahora ya no se puede hacer un chiste porque todo es machista... Así somos y parece que eso asusta. María Martín, licenciada en Derecho, lleva varios años investigando cómo se construye lo femenino a través del lenguaje. Autora del libro Ni por favor ni por favora: cómo hablar con lenguaje inclusivo sin que se note demasiado y Mujer tenías que ser lo tiene claro: “Una sociedad machista habla de una manera machista. Hay que cambiar las normas que rigen la lengua porque tienen patrones sexistas”. Y es que las mujeres, desde pequeñas, tenemos que aprender a deducir cuándo estamos incluidas y cuándo no.
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