Todavía no se han apagado los ecos del épico ascenso del Glorioso y lo percibo cada vez que salgo a diario a la calle. Y es que hacía tiempo que no veía a tantos pequeños ataviados con la elástica albiazul en Vitoria, donde por desgracia el Alavés no ha sido en ocasiones el primer equipo de muchos gasteiztarras. Esta vez sí, creo que el alavesismo comienza a florecer y esa es una noticia extraordinaria si se tiene en cuenta que lo habitual hasta hace poco era que los txikis portaran camisetas de Messi o Cristiano en función de sus preferencias por el Barcelona o el Real Madrid. Ojalá que este conmovedor éxito siembre las bases de algo más grande, Mendizorroza se quede pequeño a partir de la próxima temporada debido al fuerte incremento del número de abonados –en solo 48 horas ya hay más de un millar de altas– y que el club, aun a sabiendas de las dificultades, aproveche este tirón de alguna manera. En la medida de lo posible, el Alavés ya no debería ser un equipo ascensor que compita en la élite tan solo de forma ocasional. La afición está respondiendo y ahora es el momento de armar un proyecto competitivo que permita al Glorioso eternizarse con los mejores. La plantilla que consiguió el ascenso necesita varios retoques porque, en caso contrario, viviremos los apuros de años precedentes.