Tenemos a nuestro querido escanciador de café y otras sustancias enfrascado en un ambicioso proyecto de I+D+i taskero con el objetivo de conseguir que sus torreznos aguanten en perfecto estado de revista metidos en los tuppers plastiqueros que le han pedido los viejillos viendo que las fiambreras metálicas de toda la vida se han convertido en objeto de coleccionista. La cuestión es que los abuelos han decidido conformar un pelotón que se va a dedicar a recorrer Vitoria todo el jodido fin de semana por las calles por las que no se puede pasar para darle la brasa a quien esté por ahí. No es broma. Varios aitites llevan días asistiendo de cinco a seis de la tarde a un taller improvisado en nuestro amado templo del cortado mañanero para poder decir varias veces con distinta entonación yo traje el ciclismo a Euskadi, además en las lenguas de Lazarraga, Cervantes y Molière. El objetivo es aburrir a todo el que se ponga a tiro. En este bar seremos muchas cosas, pero apañados para cuando queremos tocar las narices, ni te cuento. Así que necesitan avituallamiento para afrontar la empresa. Lo de guardar el vino en la bota está inventado. Pero, claro, lo del torrezno está más complicado, más que nada porque ninguno está por la labor de cambiar su particular manjar por una barrita energética.
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