Engullido por el tsunami de informaciones electorales ha pasado el trágico hundimiento de una embarcación en el lago Mayor de Italia donde fallecieron cuatro personas. Las causas de la tragedia fueron los fuertes vientos que azotaron la bella zona, en el norte del país transalpino, y donde se cobijan multimillonarios con fastuosas mansiones en sus orillas. La versión oficial apunta a que los ocupantes del barco estaban disfrutando de una fiesta de cumpleaños a bordo. No era un mal sitio. La peculiaridad radica en que entre esas 25 personas figuraban 13 agentes del implacable servicio secreto israelí (Mossad), una decena de la Aise, su homóloga italiana, junto al patrón del barco y su mujer de nacionalidad rusa. La Fiscalía que ha tomado las riendas de la investigación se va a centrar en las causas del naufragio y no en los motivos de ese cónclave de espías. Sospechoso resulta que después del hundimiento, los miembros del Mossad fueron sacados rápidamente de Italia en un vuelo privado. Para alimentar la intriga y especulaciones sobre el motivo de esa fiesta, se procedió a borrar cualquier rastro de las viviendas ocupadas o vehículos utilizados por los agentes hebreos. No me dirán que la historia tiene todos los ingredientes de un gran thriller.
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