La conclusión de la temporada futbolística en Primera División deja siempre un rosario de jugadores que terminan su etapa en un club, otros que cuelgan las botas, técnicos que cambiarán de banquillo y el drama de los equipos que pierden la categoría. También supone el punto y final a la trayectoria de los, generalmente vilipendiados, árbitros y la del domingo no fue una excepción. Dos colegiados de extenso recorrido como Antonio Miguel Mateu Lahoz y Carlos del Cerro Grande pitaron su último encuentro en Mallorca y Donostia, respectivamente. La carrera de Mateu Lahoz y su peculiar estilo de dirigir los partidos, la manera de entablar relación con los jugadores, a los que llamaba por su nombre e incluso se interesaba por sus cuestiones familiares, agigantaron una temporada tras otra su figura, hasta el punto de convertirla en la imagen más icónica del arbitraje estatal y llevarle a estar presente en los mejores eventos del balompié. El anuncio de su retirada fue el inicio de una serie de reconocimientos en Pamplona, Getafe o Mallorca. Son muchos años siguiendo el fútbol y nunca he visto un homenaje tan sentido a un colegiado por parte de jugadores, técnicos y aficiones. He de reconocer que las imágenes de Son Moix me tocaron la fibra.
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