La democracia es el peor de los regímenes, excluidos todos los demás. Ojalá el aserto fuese mío pero no, es de Winston Churchill, hacedor de frases tremendas con terribles resacas. Como la que dejó este pasado 2 de mayo el placaje al ministro Bolaños en los fastos madrileños, la versión moderna vía protocolo de combate de los fusilamientos de la Guerra de la Independencia de 1808.

Esperpéntica la visión de un ministro sujetado por la cintura para impedirle el acceso a la tribuna. Ayuso aduce que el Gobierno español ya estaba representado mediante la ministra Robles y se ampara en las formas que estipula el decreto de precedencias de 1983 cuando ella no las guardó desde los mismos saludos iniciales. Pues dispensó una mano gélida a los ajenos mientras a los propios les plantaba besos por partida doble incluido Feijóo, tratado cual marajá en el cortijo madrileño del PP. Ahí radica justamente la putrefacta raíz de la trifulca, en la concepción patrimonial del poder que también explica la reunión con fiscales conservadores donde se deslegitimó el Gobierno vigente y se fabuló con derogar sus leyes si Feijóo accede a la Moncloa. La fotografía de un régimen político-jurídico que ni Churchill imaginó. 

Nótese también que Bolaños incurrió en un tacticismo tan equivocado como que alimentó la estrategia de colisión de Ayuso y su liderazgo emocional puro. Y lo mismo se le puede imputar a la portavoz Rodríguez, apercibida en tres ocasiones por arremeter contra el PP en la conferencia de prensa tras el Consejo de Ministros. Basta ya de imbuir la institucionalidad de partidismo, pues redunda en un escenario de confrontación total, sin espacio para el pacto sobre contenidos y en aras al bien común.

Euskadi asoma como contrapunto, con un debate público serenado tras el fin de ETA pese a los espasmos cíclicos de unos para diluir sus responsabilidades con impúdicas generalizaciones y de los opuestos para instrumentalizar el pasado desde un presente sin la violencia que los persiguió hasta sus fatales últimas consecuencias. Se impone de nuevo reivindicar la política honrada y además honesta, la que hace lo que dice y busca acuerdos transversales en pro del interés general, en Euskadi con el autogobierno como herramienta de generación de bienestar y de blindaje frente a las ansias recentralizadoras. Por una gobernanza en todos los niveles con vocación integradora de un país plural y desde el realismo pragmático, con la cohesión social y el desarrollo económico equilibrado y sostenible como ejes básicos.

Que los ruidos y los humos de Madrid no nos confundan, en particular en Araba. Este 28-M se trata de elegir porvenir para ganar el mañana, de confiar las instituciones a quienes acrediten mayor capacidad de gestión, mezcla de compromiso, conocimiento y empatía. Porque “discutiendo entre el pasado y el presente, perderemos el futuro”. Adivinen el autor de la cita.