El martes pensamos que, de una vez por todas, iba a sacar la escopeta de detrás de la barra de nuestro amado templo del cortado mañanero. Después de varios días trabajándole la moral pero a poquitos hablándole, por ejemplo, de tofu con forma de caracol, varios de los viejillos unieron fuerzas para exigir en la cena de hoy y el almuerzo de mañana un menú vegano, ahora que hay hasta en las sidrerías. Y lo hicieron todo serios aún temiendo por su vida, porque hubo un instante en que las venas de la cabeza de nuestro querido escanciador de café y otras sustancias se estaban hinchando tanto que temimos que con su explosión llegase de verdad el fin de los días de la raza humana. No llegó la sangre al río, pero poco le faltó, sobre todo porque nuestro barman es un guardián de las esencias, un hombre que sospechamos que tiene tatuado en alguna parte de su cuerpo Patata da, bide bakarra, un señor que hasta anda mosqueado con El Meón porque parece que este año no va a hacer honor a su nombre, con la falta que hace. No es un decir, que hay una reproducción del santo en el local y lleva días mirándole mal. Así que vamos a ver si sobrevivimos y si los viejillos, los jóvenes, el escanciador, el becario y SanPru nos lo tomamos con alegría y buena unión.