Cuando estas líneas vean la luz, la Diputación y el Ayuntamiento de Labastida estarán a punto de poner en marcha en Labastida una escuela para luchar contra las diferentes soledades. Así, de primeras, me parece una idea muy loable, sobre todo, si la iniciativa ayuda a acotar la soledad no deseada, que es uno de los males más extendidos en esta sociedad contradictoriamente ultraconectada, y más aún, en estas dichosas fechas navideñas en las que la necesidad de ser feliz por decreto choca más que nunca con la realidad. Entre guirnaldas, mercados, belenes y lucecitas de todos los colores parece fácil descubrir a personas, sobre todo mayores, excluidas de la vida y que se enfrentan cada día a situaciones de extremada necesidad afectiva al carecer de círculos familiares, de amistades o, al menos, de un vecino que sea capaz de cruzar un saludo o hablar de lo relocha que está la meteorología. Está claro que este sector de la humanidad ha hecho algo mal cuando es más fácil hablar con las antípodas, participar en seis grupos de WhatsApp, descubrir los caprichos que las celebrities comparten en Instagram o envidiar los gustos del vecino a través de Facebook que comunicarse con el prójimo sin más interés que la cortesía humana.