La Fundeu ha incluido entre sus doce aspirantes a palabra del año el término apocalipsis. Huelga decir que es mi candidata. Me he ido al diccionario de la RAE. Apocalipsis tiene una segunda acepción: “Situación catastrófica, ocasionada por agentes naturales o humanos, que evoca la imagen de la destrucción total”. La primera, lisa y llanamente, alude al “fin del mundo”. Pero me quedo con la raíz etimológica, del griego apokálypsis, que al parecer vendría a ser algo así como revelación. El lenguaje es hermoso incluso cuando describe la realidad más cruda. Podríamos hablar de tantos motivos actuales para mentar el apocalipsis en su acepción más clásica... Incluso, en un uso metafórico hiperbólico pero no exento de gravedad, incluir el circo de tres pistas en el que el poder judicial español se ha dejado convertir, sabrá por qué y sabrán por qué quienes lo han manoseado, pasándose todos por el arco del triunfo a Montesquieu. Pero como casi es Navidad vuelvo a lo de la revelación; permítanme la vacuidad a pesar del panorama. Uno de los alevines de la cuadrilla, diez añicos tiene el chaval, ha elegido para interpretar a la guitarra en el recital navideño Maneras de vivir. Nos ha emocionado, claro. Un motivo para la esperanza. No dejemos ni un abrazo por dar, ni un segundo por compartir con quienes nos hacen menos oscura la vida. Eguberri on!