Tenemos a uno de los viejillos de nuestro amado templo del cortado mañanero desaparecido. Vive en la calle Aldabe y ahora que por quincuagésima vez en los últimos años tiene todas las aceras levantadas para la enésima actuación urbanística, ha decidido ponerse en plan protesta en el balcón para preguntar a cada operario que pase si tan difícil es planificar las cosas bien para hacer las obras todas juntas y no cada dos por tres. Casi mejor que no venga, porque nuestro querido escanciador de café y otras sustancias está a punto de chapar la barra y pedir licencia de haurreskola. En las últimas semanas están haciendo estragos en muchas casas las gastroenteritis, gripes y otros males habituales de los que el personal se había olvidado por el bicho. Esto se traduce en una larga lista de progenitores fuera de combate. Como consecuencia, los abuelos babysitter están a full con la chavalería, lo que se traduce en que los querubines terminan pasando por el local para que sus aitites puedan repostar y ellos y ellas tocar los cataplines con los vídeos mil que son capaces de ver en un teléfono. Para colmo, el becario, como guiño a los txikis, nos ha puesto sobre la barra un par de calabazas de jalogüín, lo que tiene mosqueados a los viejillos sin nietos que cuidar, pensando que el final de nuestro bar está cerca.