ues aquí estamos de nuevo, con la mosca detrás de la oreja. Llevo así varios días, con un runrún intenso que hace muy difícil adivinar mis propios pensamientos. El culpable de este malestar es el protagonista de una información publicada en noticiasdealava.eus. El citado, presunto hostelero, daba por hecho que en ese sector tan importante para nuestras cultura y economía la media jornada de un camarero era el equivalente a 12 horas y que el sueldo digno para esos profesionales tenía que rondar la miseria. "Así ha sido siempre", decía, no sin antes comparar las reclamaciones laborales de quienes rechazan ese tipo de empleos con cosas de chiquillos vagos y con pocas ganas de ganar un jornal. Yo que he sido monaguillo antes que fraile, y que he metido horas en barras y comedores, entré en cólera y me presenté voluntario para untar el morro del personaje con una bayeta de las que sirven para asear el mostrador de un local de copas. En fin, supongo que este país ha funcionado durante décadas con la precariedad como modus operandi detrás de un sinfín de negocios y que todo ello ha producido un poso que hace muy difícil olvidar usos y costumbres que han sido santo y seña durante décadas. Sin embargo, el pasado, pasado está. A ver si avanzamos. l
- Multimedia
- Servicios
- Participación
