emos tenido unos días a nuestro querido escanciador de café y otras sustancias en el pueblo, algo que todos hemos agradecido porque de vez en cuando es bueno no estar escuchando todo el rato gruñir a alguien. No ha venido más relajado. Ni de coña. Pero sí con un cargamento de los primeros tomates de la temporada, algo que en nuestro querido templo del cortado mañanero ha generado una polémica de las que hacen época. Que si los tomates son de agosto, que qué leches vienes con esto. Que si ahora hay todo el año, no nos hagamos los tontos. Que si los tomates ya no saben. Que si las grandes superficies se han cargado la agricultura. Que si el cambio climático nos está matando. Y aquí, justo aquí, se han introducido dos elementos en las discusiones que han tenido un recorrido diferente. En realidad, los viejillos han pasado bastante de largo por los efectos en el medio ambiente de todo lo hecho y por hacer. Tienen claro que a sus nietos, sí o sí, les espera un futuro jodido. Pero alguien ha mencionado lo de la Green Capital y más de una txapela se ha puesto en punta. No sé ya cuántos días van de pelea entre los abuelos que consideran que aquello no sirvió para nada y los que creen que nos colocó en el universo. Y todo por unos tomates. l
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