o sé si acertaré, pero en los libros de Historia -¿seguirán existiendo los libros? ¿Y los libros de Historia? Ojalá que sí-, cuando se hable de la guerra en Ucrania también se hablará de discursos, técnicas de oratoria y propaganda. No es gratuita la gira virtual de Zelenski por los parlamentos occidentales, con referencias específicas y particulares a la historia de cada auditorio. Zelenski busca ayuda y lo hace, entre otras cosas, intentando colocar a su audiencia ante el espejo, ante sus contradicciones. Lo ha hecho este fin de semana con Israel recordando el Holocausto, como lo hizo con EEUU evocando Pearl Harbor o el 11-S, por ejemplo. No es inocente el baño de masas de Putin el pasado viernes en un estadio de Moscú, bien lleno de banderas -¿qué tienen las banderas?-. El argumentario de Putin en discursos como el del viernes ejemplifica la manipulación y perversión del lenguaje. Lamentablemente, aquella inscripción en el Ministerio de la Verdad que describió Orwell en 1984 -"La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza"- es muy real y el presidente ruso lo demuestra. No es el único. Vivimos tiempos de maestros en perversión del lenguaje y, con él, de la verdad. No se trata de caer en la conspiranoia, sino de no dejarse arrastrar por palabras vacuas, simplistas, gruesas, obscenas y violentas.