ay reuniones de lobos salvajes que llevan 20 días sin comer ni beber con mejor ambiente que nuestro amado templo del cortado mañanero. Están los viejillos con la escopeta cargada, y en algún caso esto es literal. Si la próxima subida de precios afecta o a los medicamentos o al vino, va a ser aquí, en Vitoria-Gasteiz, en un bar dominado por la decimoséptima edad y unos cuantos jóvenes adláteres donde va a iniciarse el Apocalipsis. Tenemos a un venerable con una hija llamada Luz, que ni siquiera se atreve a decir su nombre, porque es una de esas palabras mágicas que si se menciona, suele desembocar en tal lista de improperios que hasta tiemblan los mismos cimientos del averno. Y si uno quiere ver cómo se abre el suelo bajo sus pies, lo mejor es ir directo al tema bélico. Así que hay un reducido grupo de valientes que, para salvaguardar la vida tal y como la conocemos, está planeando un arriesgado plan para darles a los parroquianos una alegría que les haga desahogarse. Un viejillo ha presentado como voluntario a su nieto mayor, que se casa en un par de semanas. La hoja de ruta pasa por invitar al festejo a los habituales y dejarlos agotados y felices entre copas, bailes y colesterol en vena. Eso sí, nadie sabe cómo decirle al novio que igual de repente tiene que hacer hueco a 50 más. Minucias.
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