uando están a punto de cumplirse dos años desde que el coronavirus irrumpiera en nuestras vidas para cambiar nuestra cotidianidad por completo, todo hace indicar que estamos recorriendo ya los últimos metros de este túnel tan oscuro que ha cambiado por completo la manera de entender nuestro día a día y las relaciones sociales. Todos los indicadores parecen indicar que lo peor de la pandemia ya se está quedando atrás una vez superada una sexta ola tan descomunal en contagios que quien no ha alcanzado la inmunidad mediante la vacunación ha llegado a ella por haber contraído el virus. Que la enfermedad se va a quedar entre nosotros es una evidencia, pero la celeridad de la ciencia para encontrar antídotos eficaces -y los que aún están por venir- acabará propiciando que el virus sea dentro de un tiempo uno más de los muchos que nos rodean. Ahora que la sociedad se dirige ya hacia la normalidad -la única medida que parece que va a durar más tiempo es la referida a las mascarillas en interiores- es el momento de recordar que la prevención sigue siendo el mejor arma para combatir una enfermedad que deja tras de sí una estela mortífera y que ha de servir como aprendizaje para el futuro, pues, pronto o tarde, llegarán nuevas pandemias.