í. Me temo que el titular que antecede a estas breves líneas ya forma parte de mi acervo literario y de la hemeroteca de este santo diario, al menos, en el listado de artículos firmados por el menda desde cuando Franco ejercía de corneta. Sin embargo, y pese a la reiteración, me veo en la obligación de recuperarlo, porque viene como anillo al dedo para definir a todos aquellos representantes políticos que, no teniendo otra cosa mejor que hacer en este país, que parece que funciona como un reloj suizo, se han liado la manta a la cabeza para hacer el mayor de los ridículos berreando sobre lo acontecido en el Benidorm Fest, las canciones participantes, las artistas implicadas y los procesos de un festival televisivo que ya tenía sus bases publicadas ante notario desde el pasado mes de septiembre. Entiendo que cada uno tiene sus gustos, sus preferencias y su estilo y que todo ello es defendible y criticable, incluso con vehemencia. Sin embargo, entenderse con capacidad para censurar un tema concreto y a la cantante que lo defiende por exceso o defecto de feminismo o de apadrinamiento institucional, entre otras circunstancias, y elevar tales circunstancias a cuestión de Estado, me parece una tomadura de pelo que demuestra a las claras que muchos sobran.