asta el más cascarrabias se deja llevar estos días por los buenos deseos y las felicitaciones. Algunas surgen casi obligadas pero la mayoría se hacen de forma sincera, a veces sin darnos cuenta de ello hasta después de pronunciada la frase. "Pues sí, ojalá le vaya bien en 2022 al de la tienda, que es un currela del copón y este año las ha pasado canutas...". Y es que, por mucho que haya circunstancias de sobra para el encabronamiento general, lo más extendido es, y menos mal, desearle lo mejor al prójimo. Aprovechamos estas fechas para llenar de buenos deseos a las personas que se cruzan en nuestra vida y a las que nos cuesta decirles cosas bonitas el resto del año. Bienvenido sea el compromiso o la tradición forzada si sirve para dar la palabra al corazón y desatarnos el corsé emocional que nos insensibiliza en el día a día. El caso es que desde hace ya unos años mi petición pasa por tener y conservar la salud. Es lo que deseo para mí y los que me rodean cuando llega el brindis, la felicitación o el saludo navideño. Lejos quedan los tiempos de rogar por lluvias de millones o de amores. Estos tiempos pandémicos nos han recordado algo ya sabido: que lo primero es la salud. Y eso obliga a proteger y fortalecer la sanidad pública y tratar mejor a quienes cuidan de todos. Es lo que pido para 2022.