o es la primera vez, y supongo que no será la última, que me asomo a este pequeño mirador literario para comentar el grado de melonismo que invade a buena parte de esta sociedad. Me refiero a la querencia de propios y extraños para ningunear los dos idiomas oficiales con los que nos comunicamos los alaveses para elaborar nuevas expresiones con las que, aparentemente, pretenden elevar un grado lo que sea que necesitan significar. Entre hubs, black fridays, marketings y demás zarandajas, al final no sé muy bien de qué me están hablando, aunque, a lo peor, se trata de eso, de inflar frases o contenidos vacíos con elementos que no solucionan la vacuidad de la composición, del servicio o del artículo pero que, sin embargo, suenan diferente y pueden dar una sensación redonda, de complejidad o de avance social o económico de la de Dios es Cristo. En fin, ya ven que con el paso de los años cada vez tolero peor aquellas cosas y circunstancias que no acabo de comprender. Supongo que algo de razón tendrán aquellos que indican que lo que en la mocedad no se aprende, en la vejez mal se entiende. A partir de ahora, solo me queda aplicarme con el diccionario de anglicismos para, por lo menos, saber por dónde me da el aire. Que no es poco.
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