l coronavirus está poniendo en peligro a la sociedad. Por la enfermedad en sí - a ver cuántos son los miles de muertos en el recuento final- y también por la incertidumbre que empieza a minar la moral de los vivos. La solución no es fácil aunque, como me decía una amiga el otro día, hemos pasado de ser todos seleccionadores de fútbol a epidemiólogos. Y ya empiezan a asomar los economistas que llevamos dentro. Unos abogan por el confinamiento absoluto y que lo pague el Gobierno Vasco, el Estado y/o Europa. Pero a medida que se suceden los ERTE y se constata que no va a haber dinero suficiente para sostener a todos, algunos desvían la vista hacia el modelo sueco, que ha confinado a los viejos pero que sigue permitiendo al resto trabajar, gastar e infectarse. Ya llegará la vacuna o la inmunización general pero así, al menos, la economía sigue rulando. Dan miedo el virus y el futuro después del bicho. Porque da la impresión de que las autoridades actúan a salto de mata, intentando parchear lo inmediato. Pero el plan a medio y largo plazo no está tan claro y tampoco el sector privado y la banca están yendo mucho más allá de pedir y ofrecer créditos. Luego habrá que pagarlos, por supuesto. Muy imaginativo todo. De crisis en crisis y tiro porque me toca.
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