Igual que se señala lo negativo, se aplaude lo positivo. Y me parece que es digno de celebración que PNV, EH Bildu y PSE hayan anunciado un acuerdo para votar a favor de la Ley vasca de Transición Energética y Cambio Climático. La norma se someterá a votación en febrero y obtendrá el respaldo de 62 de los 75 miembros del Parlamento. Una mayoría transversal -¡la que yo hubiera querido para la Ley de Educación!- que es posible en un contexto preelectoral de alto octanaje. Mis parabienes más sinceros a los tres partidos por no haber tomado esta vez el camino más fácil cuando las urnas están a la vuelta de la esquina. Con un elemento añadido que agranda el valor del consenso alcanzado: la materia de fondo se presta especialmente a la demagogia y al politiqueo populachero

Hasta la fecha, las autoridades -hablo de las planetarias y de las locales- se vienen moviendo en los discursos pomposos que tienen escasa traducción práctica; declaraciones de intenciones con plazos que la realidad va retrasando. El panorama entre los que no tienen responsabilidades de gobierno es, si cabe, más desazonador porque construyen su discurso a base de denuncias biliosas y demandas imposibles de llevar a la práctica. Sin embargo, este acuerdo entre los tres primeros partidos de nuestros país nos trae la buena nueva del descenso de lo etéreo a tierra firme, a las distancias cortas, que es donde la acción política se la juega. Y así, vamos a ver cómo los firmantes se las verán tiesas en diferentes municipios con dirigentes de sus propias siglas que, para mantenerse en sus puestos, tienen la necesidad de mostrar su radical oposición a la instalación en sus lindes de centros de producción de energía ecológica, en especial, parques eólicos. Va ser una ocasión pintiparada para comprobar quiénes están por la labor de pasar del dicho al hecho