NI Pinito del Oro, reina del trapecio de hace unos decenios, llegó a ejecutar una pirueta como la que se marcó Esquerra en el Parlament el pasado viernes. Después de haber aportado en el Congreso español los apoyos decisivos para que saliera adelante la Ley de Vivienda del que llaman estado vecino (a veces, hasta opresor), se sumó a Junts en la cámara catalana para exigir que el Govern recurriera la norma porque invade las competencias propias. Faltó Tamariz con el tatatachán-tachán, o mi abuela preguntando si para este viaje hacían falta semejantes alforjas o mentando a aquel memo que asó la manteca. No sabe uno si despiporrarse de la risa o llorar un oceano ante la justificación de un culiparlante de ERC que atiende por Pau Morales. “Quien use la soberanía para preservar modelos caducos hace daño a la causa que dice defender”, espetó el gachó, después de haber participado en la sonrojante autoenmienda de la plana de su formación.

Lo divertido, a la par que revelador, es que la finta de los de Oriol Junqueras y Gabriel Rufián deja como Cagancho en Almagro a EH Bildu, su socio en las irredentas tierras vascongadas. Anda que no hemos escuchado cagüentales de las gargantas más reputadas de la izquierda soberanista por la negativa del PNV a respaldar la ley y, no digamos ya, ante el anuncio del Gobierno vasco de impugnarla. Los jeltzales fueron tildados de neoliberales cómplices de los fondos buitre y los señores del ladrillo. El tiempo deja a los aventadores de esos insultos en su lugar: como los sustentadores contra viento y marea de una ley que rezuma centralismo es-pa-ñol.