Un jacobino de libro

– Supongo que quien no se consuela es porque no quiere, pero no puedo evitar sonreír al ver cómo la izquierda por debajo del Adur está celebrando como propio el objetivamente gran resultado de Jean Luc Mélenchon en la primera vuelta de las legislativas francesas. Y ya no hablo de la izquierda que a regañadientes ha aceptado la plurinacionalidad, sino de la que específicamente se define como abertzale o, según la nueva denominación al uso, soberanista. Basta con tener cierta memoria o Google para comprobar que el festejado líder de la plataforma NUPES es un jacobino del carajo de la vela que se cisca en las aspiraciones nacionales y desprecia los idiomas propios, empezando por el euskera. Cada vez que ha podido demostrarlo, lo ha hecho levantando su mentón centralista y uniformista y compartiendo postura con Emmanuel Macron y Marine Le Pen. Con esta última, como es suficientemente sabido, comparte también un antieuropeísmo visceral y, como se vio en las últimas contiendas electorales, votantes.

Referente inesperado

– Insisto en que no quito ni una gota de mérito a lo obtenido el domingo por el incombustible político. Nadie habría sido capaz de vaticinar el empate en la primera plaza con Macron a un tipo que no hace tanto era considerado un bufón condenado a la marginalia eterna. Pues ahí lo tienen, convertido a sus 71 años en el referente de la izquierda del hexágono. Hasta su partido de origen, el otrora poderoso PSF, ha tenido que mendigar un lugar bajo su ala, después de reducirse a residuo político. Ahora, a poco bien que le vaya en la segunda vuelta, podría llegar a ser el líder de la fuerza mayoritaria en la Asamblea. Y aunque le fuera algo peor, que es lo que indican los sondeos, encabezaría la oposición en el órgano legislativo.

Panorama incierto

– Al que se le ponen las cosas en sánscrito, incluso aunque finalmente su partido gane, es al recién reelegido presidente. Como escribía ayer Sami Naïr en El País, durante los próximos cinco años, Macron va a tener enfrente una fiera oposición compuesta por el grupo de Mélenchon y lo que sea capaz de sumar la ultraderechista Le Pen, que parece que no va a ser moco de pavo. El estado francés va a vivir una tremenda pelea de tres gallos con un nexo común: el populismo de un signo u otro o, a veces, del mismo signo presentado con barnices diversos. Seguro que resultará interesantísimo asistir al fenómeno como observadores, pero no quisiera servidor estar en la piel de los ciudadanos… que al fin y al cabo, han votado eso. l