- Nada de lo que sorprenderse. Boris Johnson es más de ver vasos medio llenos que medio vacíos. Por eso, cuando anteayer el 41 por ciento de los parlamentarios de su partido se pronunciaron a favor de que se marchara a casa, él prefirió fijarse en el otro 59 por ciento -casi todos con cargazo- que le mantuvo la confianza. Para él, eso fue un triunfo en toda regla que lo faculta para prolongar su residencia en el 10 de Downing Street. Como ven en la imagen que ilustra estas líneas, lo único que se ha retirado del inmueble es la decoración del Jubileo de Isabel II. “Es un momento decisivo y concluyente. Es un resultado extremadamente positivo. Nos permite dejar atrás toda esta situación, y centrarnos en las cosas importantes, y en unir al partido”, tuvo el rostro de proclamar después de que casi la mitad de sus conmilitones le pidieran -en muchos casos, con palabras nada afectuosas- que dejara de hundir el Reino Unido y, en el mismo viaje, el Partido Conservador. Se siente como si hubiera recibido el aval para hacer borrón y cuenta nueva.

- Hay quien sostiene, con todo, que el todavía primer ministro británico imposta la alegría pero que ya sabe que está a punto de irse por el desagüe. Según el líder de los laboristas, Keir Starmer (confiesen que el nombre les suena lo justo), “la historia nos demuestra que este es el principio del fin”. Y en otras circunstancias o, mejor dicho, con otro protagonista, tendría lógica creer que las cosas fueran así. Pero piensen desde cuándo se viene anunciando el inminente final de la carrera política del individuo. Si lo recuerdan, justo en los días previos a que Rusia invadiera Ucrania, dábamos por hecho que al esperpéntico personaje le quedaba medio asalto. Curiosamente, el genocidio de Putin sobre la población ucraniana le ha regalado un balón de oxígeno al tipo, que hasta tuvo el desahogo de plantarse en Kiev y hacerse unas fotos con Zelenski.

- Así que mejor no hacer pronósticos. Entre los dirigentes de este trocito de Occidente, solo Pedro Sánchez ha salvado más veces el culo. Estamos ante un genuino superviviente. Incluso se la dio con queso al covid de caballo que le cayó después de haber permitido que el bicho campara a sus anchas por las islas y diezmara la población de un modo bárbaro. Es curioso que esa gestión criminal de la pandemia no sea el motivo de las tribulaciones que está pasando. Ni su demencial actuación respecto al brexit. Qué va. Está acogotado, pero todavía en pie, por haberse ido de fiesta cuando sus paisanos no podían hacerlo. l