Pues ya estamos con la burra a brincos. ¡Qué tropa! Es intentar atender a lo que acontece en la realidad política de los Madriles y, de repente, empiezo a percibir un sentimiento de malestar generalizado y un desasosiego que me impide ponerme en paz con la Humanidad. Escribo esto porque aún estoy perplejo tras escuchar a Miguel Tellado, un primer espada del principal partido de la oposición en el Estado, soltar por su boquita una barbaridad del tamaño de un rascacielos. No sé si el citado piensa lo que dice o dice lo que piensa, que en este caso sería peor, sobre todo por lo que espetó al referirse a sus rivales políticos y a la necesidad de meterles en una fosa. Supongo que a él y a sus correligionarios les hará gracia y les parecerá una ocurrencia digna del mejor orador. A mí, que no peco de escrupuloso a la hora de valorar a propios y extraños, me parece que ya va siendo hora de que nuestros representantes políticos –los unos, los otros y los de más allá– tomen conciencia de lo que son y dejen de una vez por todas de pensar que todo vale a la hora de hacer brecha política en el rival. Tratar de acceder al poder a toda costa para vivir felizmente a costa del presupuesto público, pretensión razonable a todas luces, no puede ir de la mano de expresiones que puedan alentar al odio visceral.
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