En 'Antes del Paraíso' el centro es la familia. ¿A favor o en contra?
—¡A favor! En ella las personas ofrecen lo mejor de sí mismas, claro que también es donde el dolor resulta más áspero y sangrante. Ah, y el único lugar donde algo parecido al comunismo resulta viable. Lo pienso, por ejemplo, cuando cojo en casa una toalla comunitaria al salir de la ducha.
¿Se da cuenta de que va contra corriente?
—No es así: decirlo sería pecado de vanidad. Si fuera consecuente con lo que creo me iría mucho peor.
¿A quién se dirige 'Antes del Paraíso'?
—A lectores interesados en las relaciones personales, los conflictos familiares, las corrientes de ambición e hipocresía que atrapan a los seres humanos. Dicen que el libro es cruel pero creo que hay en él ternura y humor.
¿Le preocupa la crítica?
—Antes del Paraíso ha tenido buenas críticas. Aún mejor: críticas conmovedoras. Algunas personas me han escrito mensajes increíbles... Para un escritor nada hay más honorable que hacer de su obra un espejo de almas ajenas.
¿Cómo conviven el licenciado en Derecho, el escritor y el responsable de prensa?
—Me gustó estudiar Derecho. No cambiaría hoy esa opción por Filología o Periodismo, aunque el ejercicio profesional nunca me atrajo. El periodismo lo aprendí remando, encalleciéndome. Los periodistas reclaman colegiación obligatoria, pero después de 38 años de prensa, radio y gabinetes, creo que me he ganado el derecho a llamarme periodista. Y la literatura... bueno, es mi vida.
Se muestra en las redes sociales. ¿Ha pensado a veces cerrar sus cuentas?
—No. Cada red tiene su carácter: Facebook es cálida y cordial; Instagram, bastante ególatra; y Twitter un barrio de mala reputación, lleno de sujetos con la cara marcada, que ajustan cuentas a golpe de navaja.
Se define como liberal. Sabe que eso tiene una pésima prensa.
—Yo creo que el liberalismo es profundamente moral: lo más importante de ser liberal es respetar otros modos de vida, otras identidades. Pero no rehúyo la parte económica: siento más respeto por el bien que hace alguien con su propio dinero y de forma voluntaria, que el que hace el Estado con dinero ajeno y de forma coactiva.
Pero tiene buena relación con gente de variados pelajes...
—En las redes me gusta que (con argumentos) me contradigan. Las cuentas que buscan ovaciones unánimes no resultan interesantes; intento que las mías sí lo sean.
También se define como católico. Oiga, eso ya es ir provocando.
—¿Verdad? Salí del armario y hubo cierta turbación. No te pega... Eres un snob... Reaccionario... Una vez, en un debate en la red, expuse sobre alguna cuestión el magisterio de la Iglesia. Me llovieron las felicitaciones: yo era un tipo ácido, disolvente, que me reía de esa gente casposa con cruel ingenio. Renuncié a aclarar que hablaba en serio: había caído tan bien que no quise decepcionar.
¿Quién ha escrito la obra cumbre del conflicto vasco?
—El conflicto es magma geológico, mural expresionista, entelequia astral... Obras valiosas sobre él son las de Ramón Saizarbitoria e Iban Zaldua.