- Por si fuera poco escarnio que a los que vinimos a este valle de lágrimas en los tiempos del desarrolismo franquista nos vayan a chulear la (hipotética) pensión, el comando lingüístico habitual se ha engolfado en llamarnos babyboomers. De saque, me cisco en el anglicismo cosmopaleto e innecesario, e inmediatamente después expreso mi más enérgica resistencia a ser considerado producto de la alegría fornicadora de una generación, la de mi madre y mi padre, que pasó del hambre de la posguerra a comprarse una tele General Electric en blanco y negro pagadera en cuarenta o cincuenta letras. Pertenezco a la orgullosa estirpe que merendaba Natacha con Colacao mientras veía La casa del reloj, la que empezó la EGB con el bajito de Ferrol todavía vivo y hubo de soportar a varios maestros de bigotillo fino que nos hacían formar mientras cantábamos entre dientes el himno español con la letra de Pemán. Un respeto. No voy a permitir que ningún burócrata de La Moncloa insinúe que soy un michelín social. ¿Una "generación ancha"? ¿Qué mierda es esa, Escrivá?
- Y aquí es donde cito a mi querida Elisa Beni: también somos anchos en votos, no nos venga a tocar a la entrepierna, señor ministro, o sea, menistro, que a más no llega. En cuanto a la excusa del mal día que tuvo cuando soltó la mendrugada, le diré lo que mi compañero Enrique Santarén, que ya es toda una legislatura encadenando días pésimos a días horribles, y eso, cuando es de los miembros del gabinete que parece trabajar menos que el sastre de Tarzán. Solo aparece para jorobar la marrana, como ha vuelto a ser el caso de su bocachanclada del otro día sobre el futuro cabrito que aguarda a los de mi quinta. Con todo, es igualmente verdad que si lo ha hecho es porque la borregada se lo permite. Si su anuncio lo hubiera hecho un ministro del PP, ahora mismo estaría ardiendo Troya, pero todo lo que hemos tenido ha sido algún que otro mecachisenlamar de los que presentamos como agentes sociales, cuando quizá deberíamos decir cómplices.
- Cómplices, concretamente, en la patada a seguir que no resuelve, ni de lejos, la insostenibilidad del actual sistema de pensiones. Lo que firmaron el otro día CCOO, UGT y la atribulada patronal española es nada entre dos platos. El problemón continúa ahí y es muy simple enunciarlo: el sistema piramidal hace agua. Los cotizantes de hoy no cubren las necesidades de los jubilados actuales. Mientras no hinquen el diente en ese hueso, no hay nada que hacer.