La reyerta de PP y Vox en Extremadura tiene en un sinvivir a la derecha mediática. Ya les dije ayer que el cruce de bofetadas entre azules y verdes tiene su correlato en las cabeceras de la prensa de orden. Si hay alguna novedad, es que conforme pasa el tiempo, crece el bando de los que culpan de todo —incluida la posible derrota el 23 de julio— a los de Abascal.
La Razón es el mejor ejemplo de lo que les digo. Hasta ayer, el diario azulón se refería a la formación ultra como “partido de centroderecha”. Hoy, según leemos en el editorial, estamos ante algo muy diferente: “Conviene no olvidar ni relativizar las aspiraciones de la gente, ni reinterpretarlas de forma torticera conforme a los intereses políticos de parte. En Vox se han desorientado por completo en este terreno con una estrategia moldeada por el núcleo más inflexible del partido con una tendencia acusada a confundir deseos, incluso veleidades, con la realidad del peso y la ascendencia de la organización. Nuestra democracia ha sido fértil en desapariciones aceleradas de organizaciones políticas que nacieron en su tiempo con la pujanza y el vigor del partido de Abascal y que luego cayeron víctimas de sus errores”.
"Parece que se está imponiendo dentro de esta organización [Vox] el ala más extremista, que ya es decir"
En la página anterior, el veterano Abel Hernández predica prácticamente lo mismo y añade, a modo de acusación, el hambre de poltrona: “Para la abrumadora mayoría de españoles partidarios de desalojar a Pedro Sánchez de La Moncloa y de acabar con el «sanchismo» desde posiciones moderadas, la actitud del partido de Abascal no facilita las cosas. Es normal que no quiera ser el convidado de piedra, pero su desaforado afán de ocupar sillones a toda costa y caiga quien caiga desvela sus verdaderas intenciones, no demasiado «patrióticas». Parece que se está imponiendo dentro de esta organización el ala más extremista, que ya es decir”. Eso, eso… que ya es decir.
En ABC, Cristina Casabón también lamenta, como si lo hubiera descubierto hace diez minutos, el extremismo verde: “Lo de Extremadura se entiende y se justifica mejor por los escasos votos que ha cosechado Vox, pero también hemos visto en Mérida a un Buxadé contestatario que solo ofrecía su catálogo de neuras antiliberales. La utilidad política, allá donde la haya, es bienvenida, pero esto no puede consumarse al margen de unos principios. Si no hay líneas rojas, a Feijóo le crecen los enanos y los Buxadés, que ya van imponiendo su gueto de pureza ideológica”.
Quién hubiera dicho no hace tanto que en Libertad Digital encontraríamos con trompadas semejantes contra el partido que guardaba las más rancias esencias. Pero hasta Emilio Campmany entra en el concurso de guantadas: “En el caso de Vox, la iracunda intransigencia coincide con la purga que padece la dirección del partido. La masacre tiene por objetivo liquidar toda adherencia liberal en la organización para que ésta pueda centrarse en conseguir el que es el objetivo primordial para los militantes que pertenecen al Opus, la subordinación del ordenamiento jurídico español a la moral católica”.
En El Confidencial, José Antonio Zarzalejos predice un negro futuro al partido que está impidiendo el pacto extremeño: “Si en los mandos de Vox se llega a creer que su electorado celebra que por toda respuesta a la oferta del PP se haya encaramado un socialista en la presidencia del Parlamento extremeño y que Guillermo Fernández Vara se postule para una nueva investidura, es que desconocen la realidad sociológica de sus votantes y, en general, de la derecha española. Los de Vox parecen tan ignorantes del pálpito de ese sector social como Rivera y Arrimadas, cuando el primero quiso sobrepasar al PP y la segunda censurar clandestinamente con el PSOE al presidente de la Región de Murcia”.
Agustín Valladolid tiene el mismo vaticinio y, de hecho, lo expresa en el título de su pieza en Vozpópuli: “Rivera 2019, Abascal 2023”. He aquí un fragmento de la diatriba: “No sé si Abascal es consciente de que con 1,6 millones de votos en las municipales (frente a los 7 millones del PP), si a alguien se le puede acusar de utilizar la recortada es a él; de que cada vez que saca los pies del tiesto Sánchez sube unas décimas en las encuestas; de que los españoles pueden querer que se vaya Sánchez, pero no que gobierne Vox; y de que está a dos telediarios de convertirse en el mejor aliado del presidente del Gobierno, si no lo es ya”.
"Lo que en Buxadé es alarde de poder personal travestido de dignidad, en Guardiola es mera torpeza disfrazada de virtud"
Llegamos al punto final con Federico Jiménez Losantos que, a diferencia de los anteriores, no se decanta por un bando. El turolense atiza a los dos: “De principios, nada. De valores, menos. Lo que en Buxadé es alarde de poder personal travestido de dignidad, en Guardiola es mera torpeza disfrazada de virtud. El uno por el otro, de la región más pobre de España, la que más necesita salir del socialismo, no se acuerda nadie de los que venían a rescatarla. ¿Y creen que haciéndola votar otra vez les dará mejor resultado? Estamos en lo de siempre: la derecha política despreciando por mezquinos intereses de partido a la derecha social. Y la izquierda difunta, resucitando”.