Al final, el recauchutado a la ley del Solo sí es sí sale adelante gracias al PP y la prensa de orden no tiene claro si los de Feijóo han hecho, bien mal o regular.
El editorialista de La Razón se queda entre lo uno y lo otro y titula por todo lo alto: “Parche al «sí es sí» a la espera de otro gobierno”. La pieza avanza en zigzag hasta un último párrafo en que se glosa la altura de miras del PP: “Y quienes, desde la bancada de la mayoría de investidura, pretendían mantener el espantajo de un Partido Popular poco menos que alineado con el mal absoluto tendrán que asumir otra realidad, que ante asuntos que afectan directamente a los intereses generales de la población, la concertación política, el acuerdo, siquiera de mínimos, acaba siendo inevitable. Incluso, fuera de los periodos electorales”.
En El Mundo, que dedica cuatro páginas a los antecedentes de la ley, el dedo señala al PSOE por hacer como no quiere el acuerdo. “Un acuerdo de centralidad que el PSOE enmascara con ataques” es el curioso titular de un editorial que arranca así: “El inédito pacto con el PP para corregir la peor ley de la legislatura revela la existencia de un espacio compartido en la centralidad política que resulta necesario y que el Gobierno no ha logrado destruir pese a su decidida política de polarización social”.
Para Ignacio Camacho (ABC), se trata de un “Consenso a rastras”. O, según van a leer, en lo que dijo la ministra Irene Montero, una humillación para el PSOE: “En una democracia sólida y no corroída por el virus populista, un pacto entre los dos partidos mayoritarios de la izquierda y la derecha sería saludado como una buena noticia. En España, sin embargo, el acuerdo mínimo para remediar una chapuza legislativa como la del 'sí es sí' constituye para uno de sus firmantes, justo el que más lo necesita, una suerte de humillación política, lo que representa la confirmación de que nuestra vida institucional está plenamente instalada en la anomalía”.
Hasta aquí, las lecturas de los que, aunque sea a regañadientes o exagerando la bondad del PP, se felicitan por el acuerdo. Uno de los contrapuntos lo pone Emilio Campmany, que echa las muelas en Libertad Digital por el capote de Génova a Sánchez: “¿Por qué el PP ha decidido salvarle el trasero al PSOE en este asunto? Por la misma motivación electoralista, porque cree que los votantes están tan enfadados que no comprenderían que una marcha atrás tan necesaria no saliera adelante porque el PP, que tanto la ha exigido, ahora no quisiera apoyarla”.
"“Acabar con el PSOE se ha convertido en un acto necesario de legítima defensa especialmente para la seguridad y la libertad de las mujeres"
Y todavía con más vehemencia, Irene González (Vozpópuli) se acuerda de la calavera de los populares. “¿Cómo se atreven a celebrar este acuerdo con el PSOE, esta reforma y pedirme como mujer que me una a los aplausos?”, escribe antes de recordar que con el PSOE no se va ni a cobrar una herencia: “Acabar con el PSOE se ha convertido en un acto necesario de legítima defensa especialmente para la seguridad y la libertad de las mujeres. Pero para ello es necesario acabar también con las complicidades del PP”. Ahí queda eso.
"Con el padre del Rey se está alcanzando un altísimo grado de inmoralidad, no solo político sino mediático"
Como bonus-track, el recordatorio de la llegada del patrón del Bribón a Sanxenxo. El digital El Debate lo recibe con este titular: “Don Juan Carlos regresa a España como ciudadano libre y sin un solo fleco judicial pendiente”. Y como complemento, una encendida diatriba de Mayte Alcaraz contra quienes no besan el suelo por donde pisa el residente en Abu Dabi: “Hoy que Juan Carlos I pisa territorio nacional es conveniente decir que con el padre del Rey se está alcanzando un altísimo grado de inmoralidad, no solo político sino mediático. Una nefanda praxis profesional que tendría que estudiarse como antimodelo en la Facultad de Periodismo. Da pena y vergüenza ajena ver que el único reconocimiento al hombre que nos ha conducido por la mayor historia de éxito de España se lo estén dedicando jefes de Estado como Macron o Carlos III de Inglaterra, a falta de la dignidad que debería tener al Gobierno que lo expatrió sin la oposición de la Zarzuela”.