Hoy no queda otra. La cosa va de loas encendidas (y no diré que algunas hasta probablemente merecidas a la soberana recién difunta. Así que procedamos sin más.

Dios salve a la Reina” titula a toda plana La Razón, que escoge una foto de Isabel II de frente y relativamente reciente. No hay ni una palabra más, aparte del anuncio de un despliegue de 24 páginas. Y eso no incluye el editorial, titulado “En la muerte de una Reina irrepetible”. Natilla pura, siempre sin dejar de caer que donde esté una señora monarquía se quiten mil repúblicas: “La reina Isabel supo arroparse en el respeto y la devoción de la mayoría del pueblo británico, tanto hacia la persona de la monarca, como a lo que representaba la corona como esencia misma de la nación y garantía de su pervivencia. Fue el pueblo quien se prestó a proteger a su reina. Así, en la hora del balance –apresurado y escrito desde la propia percepción de lo que puede llegar suponer para la Institución monárquica y sus representantes la concertación de unos adversarios dispuestos al ataque sin reglas ni límites–, habrá de reconocerse en Isabel II el valor sereno ante las dificultades”.

Eterna Majestad”, atruena la primera de ABC, en este caso, con imagen espaldas de la soberana y una apostilla: “El Reino Unido llora a Isabel II, la Reina que condujo a los británicos desde la sangre, sudor y lágrimas tras la II Guerra Mundial hasta el divorcio del Brexit”. Tampoco es por ponerse tiquismiquis, pero al volante estuvieron los quince primeros ministros y sus respectivos gobiernos. Ella, en todo caso, iba de pasajera.

Entre las glosas chuntachunteras del vetusto diario, les destaco la de Felipe Fernández Armesto, que aprovecha el viaje para vendernos la moto monárquica. Así empieza la pieza: “La Monarquía se está poniendo de moda, gracias, más que nada, y por lo visto, a una persona única. Una encuesta reciente del 'U. S. News and World Report', llevada a cabo en 79 naciones, intentó identificar los países del mundo donde la gente quisiera vivir. De los diez destinos más buscados, ocho eran monarquías, presididas por casi todos los monarcas constitucionales del mundo”.

"Si se tiene la bendición de tener un soberano que sabe cuál es su papel y acierta a conformarse con él desempeñándolo con humildad, gallardía y honor, el pueblo sobre el que reine puede sentirse muy afortunado"

Emilio Campmany

Desde Libertad Digital, Emilio Campmany corre a poner la apostilla. No vale un rey tarambana para que el invento funcione: “El caso es que si, como le ha ocurrido al pueblo británico, se tiene la bendición de tener un soberano que sabe cuál es su papel y acierta a conformarse con él desempeñándolo con humildad, gallardía y honor según la ocasión exija, el pueblo sobre el que reine puede sentirse muy afortunado. Así fue Isabel II. Pocos como ella se han ganado el derecho a descansar en paz”.

"Frente a unas monarquías europeas vulgarizadas, promiscuas, con la mano demasiado larga y el patriotismo demasiado corto, la corona británica siempre estuvo con la dignidad y valentía requerida junto a su pueblo"

Enrique Navarro

También en el chiringo digital de Jiménez Losantos, un tal Enrique Navarro remata la idea. Las monarquías que chutan son las rancias: “La monarquía británica ha sobrevivido a estos años tan convulsos porque nunca perdió la solemnidad de la institución, porque los ritos siempre fueron cuidados con extremo celo y nadie los discutía; daba igual quien llegara al gobierno, la Commonwealth era la reina y viceversa. Frente a unas monarquías europeas vulgarizadas, promiscuas, con la mano demasiado larga y el patriotismo demasiado corto, la corona británica siempre estuvo con la dignidad y valentía requerida junto a su pueblo”.

El Mundo opta para su primera de postín por la foto de la coronación bajo la leyenda “La reina más grande”. Como añadido, el editorial lleva por encabezado “Isabel II y arte de reinar”, con recado final para el ya investido Carlos III: “Es la hora de su paciente hijo Carlos, que accede al trono con 73 años. Ojalá que el ejemplo de su madre le sirva para guiar al Reino Unido por el proceloso siglo XXI con la misma certidumbre. Al fin y al cabo, no otra es la función de la monarquía en nuestro tiempo: ofrecer seguridad institucional por encima de los inciertos vaivenes de la historia”.

Nadie como Pedro J. Ramírez para las lisonjas fúnebres. He aquí un fragmento de la que firma en El Español: “Isabel II ha sido un símbolo de estabilidad que ha sobrevivido a todos los grandes cambios del turbulento siglo XX. Prácticamente la única constante en un mundo que se ha transformado por completo. Y lo ha sido porque su figura aunó la ceremoniosidad de una institución hereditaria de profundo arraigo con una longevidad inusual. En Isabel II se cumplió con rigor el principio monárquico que le exigía simbolizar la continuidad del Estado en contraste con la transitoriedad del resto de cargos públicos”.

"Una gran Reina ha muerto. Ha muerto, que no fallecido, pues el eufemismo está fuera de lugar en su caso como en el de casi todos los soberanos"

Ramón Pérez-Maura

Y si prefieren algo con más melaza, aquí tienen a Ramón Pérez-Maura en El Debate: “Una gran Reina ha muerto. Ha muerto, que no fallecido, pues el eufemismo está fuera de lugar en su caso como en el de casi todos los soberanos. Isabel II, siempre serena, mas nunca acomodaticia, capaz de arrancar aplausos a los irlandeses en Dublín y sonrisas a los Papas en Roma, tan prudente como nuestro Felipe II pero tan sonriente como la Gioconda, ha cumplido con creces en sus reinos su papel histórico de puente hacia el mundo contemporáneo”.

Como traca final, la pieza más estrafalaria. La firma el director de El Debate, Bieito Rubido, bajo el título “La reina y los perros”. Ojo al tirabuzón, porque lo que el amanuense quiere denunciar es que cada vez haya en las familias más mascotas que niños. Y no encuentra mejor modo que meter por medio a la recién fallecida soberana. Se lo juro: “Entiendo el cariño que se le puede tener a esos seres que algunos llaman «ángeles de cuatro patas», como lo eran sus dos corgis para la reina Isabel, pero algo está ocurriendo en el desplome moral de nuestra civilización cuando las parejas jóvenes prefieren perros a hijos”. Tracatrá.